Este humilde bar fue abierto en 1977 y sigue siendo atendido con la misma pasión y amabilidad de entonces. Ir un domingo al Bar Santurce es ir a ver un espectáculo. El gentío hace fila para probar sus famosas sardinas a la plancha. Las colas llegan hasta la calle Ribera de Curtidores donde se confunden con el público asistente al mercado del Rastro. Este restaurante que también se especializa en pimientos de padrón y calamares fritos es, sin duda, una atracción paralela al Rastro y constituye una cita ineludible el domingo.
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Este icónico establecimiento madrileño, fundado en 1923 por el abuelo de Gregorio Casas, actual dueño, mantiene sus raíces con las tinajas originales para el vino. “Bodegas Casas” destaca como referente del vermut de grifo y conservas para tapas, ofreciendo también una extensa selección de 50 vinos y cerveza al estilo madrileño. Conserva una reja histórica que separaba a hombres y mujeres durante la compra de vino, reflejo de costumbres muy superadas.
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En el corazón de Madrid, Casa Amadeo Los Caracoles, desde 1942, ofrece cocina tradicional española en un ambiente familiar con decoración antigua. Ideal para probar caracoles, callos, oreja, judías viudas, rabo de toro y mejillones a la marinera, así como raciones de bacalao rebozado, cangrejos de río, croquetas caseras y postres como arroz con leche. La calidad se refleja en
la selección de materias primas y la cuidada elaboración de las recetas tradicionales. Con dos barras, tres salones y terraza en Plaza de Cascorro, es una parada obligada si visitas el Rastro.
Bar madrileño emblemático que conserva su esencia, famoso por su mezcla de vermut, ginebra y gaseosa, además de tapas tradicionales y creaciones propias. Fue referente en La Movida y continúa siendo un punto de encuentro intergeneracional, con una oferta sencilla de bocadillos y un ambiente cercano y acogedor.
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Fundado en 1974 por Lucio Blázquez, este restaurante es un referente madrileño conocido por sus huevos estrellados y su ambiente familiar, que hoy mantiene junto a sus hijos en La Latina.
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La autenticidad es la seña de este restaurante especializado en la tradición gastronómica. Explorando su variada carta y menú diario, resaltan delicias como alitas, torreznos, bravas y oreja. Abre
sus puertas todos los días del año en un ambiente acogedor y repleto de auténtico sabor, donde vivir una experiencia única para tu paladar.
Fundada en 1934, esta taberna combina recetas tradicionales con nuevas elaboraciones, manteniendo su esencia mientras aplica prácticas sostenibles como el uso de productos locales, gestión eficiente de residuos y ahorro energético.
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En esta histórica taberna familiar, con más de 60 años de tradición, se han especializado en pinchos variados, desde salmón y atún hasta espinacas, merluza, bacalao, morcilla, lomo y quesos, todos gratinados al momento. Además, propone clásicos como tortillas, empanadillas y croquetas de jamón y huevo. Sumérgete en una experiencia culinaria que fusiona la autenticidad de la
tradición familiar con sabores inolvidables.
Establecida sobre una antigua taberna de 1929, conserva la arquitectura tradicional de las tabernas madrileñas. Refundada en 1989, ofrece vermú y cerveza desde un serpentín enfriado a la antigua. Rigurosa con los platos típicos y generosa con las tapas, se presenta como un espacio que fusiona con elegancia la tradición y la modernidad, sirviendo una cocina de mercado con
influencias originales.
Es La Mina un bar bien conocido por el vecindario de la zona por sus extraordinarios aperitivos. Y no es extraño porque aquí no falta de nada para que ese momento tan disfrutón sea perfecto. Sello de autenticidad ni más ni menos que desde 1949, cañas tiradas con verdadera maestría, un servicio espectacular, buen ambiente y una terraza soleada y bien situada. De su breve carta,
¿y para qué más? Destacan sus gambas a la plancha y sus pinchos morunos, pero pidas lo que pidas no hay margen de error: croquetas caseras, boquerones en vinagre, lomo ibérico, lacón a la gallega y una interesante sección de conservas.
Fundado en 1934 por Manuel Rodríguez Queizán, empezó en una taberna en la calle Embajadores y se trasladó a su ubicación actual en la calle de la Princesa en 1942. Después del fallecimiento de Manuel en 1968, su hijo Enrique dirigió el restaurante durante dos décadas de éxito en el barrio de Argüelles. Desde 1982, José Ramón, hijo de Enrique, estuvo al mando hasta el 2022. Actualmente, la cuarta generación con Manuel Rodriguez, asumió la gestión del restaurante, que cuenta con 90 años de historia.
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Ubicados a los pies de la Sierra de Guadarrama, a tan solo 50 kilómetros de Madrid y rodeados por un entorno único, brindan a sus comensales la posibilidad de descansar del ajetreo de la ciudad. Bajo la sombra natural de los castaños de indias, su equipo se encarga de hacer disfrutar a sus clientes de una buena cocina que hará las delicias de su paladar.
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