Julio Sánchez y Joaquín Sabina, ambos auténticos enamorados de México, decidieron dar un giro al pequeño restaurante que tenían juntos convertirlos en un local en el que los madrileños pudieran disfrutar de la auténtica gastronomía mexicana. La Mordida se convirtió en restaurante de referencia, reconocido por organismos mexicanos por su fidelidad con la tradición azteca.