Este local recupera el concepto de la taberna clásica madrileña, con una propuesta centrada en la cocina tradicional, el ambiente de barra y una selección muy cuidada de vinos generosos. El espacio rinde tributo tanto a la figura del tabernero como al bar como punto de encuentro y lugar de pausa.
Entre las especialidades destacan las bravas, los huevos rotos con jamón, los morunos de cordero y embutidos ibéricos como el jamón de Montánchez o el de la firma Joselito. La carta se completa con una oferta de vermut de grifo, cerveza Pilsner Urquell y una selección exclusiva de vinos de Jerez, con referencias que superan los 50 años de barrica.
En el apartado dulce, se ofrecen postres caseros como la tarta de queso estilo Santander, filloas de crema y cañitas de Carballiño, que mantienen el mismo enfoque de cocina sencilla y directa. También se ofrece servicio de copas, como parte del ambiente relajado de sobremesa o encuentro de tarde.
El espacio busca formar parte de la tradición viva de las tabernas madrileñas, rescatando la experiencia del bar como lugar de conversación, descanso o celebración informal. Con una carta reconocible y un enfoque centrado en la barra, este proyecto se suma a la oferta de locales que apuestan por conservar la esencia del bar de siempre.