
En el blog ¡A ver que sale! nos van los fines de semana que fluyen. Los que empiezan tranquilos, sin demasiadas expectativas, y se van llenando de buenas caminatas, anécdotas y buena comida porque con hambre no se piensa.
Villaviciosa de Odón encaja perfecto en esa manera de viajar. Está cerca de Madrid, tiene historia, caminos que se disfrutan andando, bares con ambiente y rincones muy chulos para explorar. Y lo mejor de todo, el plan es redondo para ir con amigos.
Esta ruta está pensada justo para eso: salir de la rutina sin complicaciones, mezclar paseo y mesa, charla e historia, y tener experiencias junto a tu pandilla que te llenen de vida. Te compartimos este finde tal y como lo vivimos: sin prisas, comiendo rico y con ganas de repetir.
DÍA 1
Donde empezó la travesía
Subimos hasta el yacimiento arqueológico de Calatalifa casi sin hablar, todavía con el cuerpo arrancando a medio gas. El sitio impone con las ruinas árabes del siglo X, vistas al río Guadarrama y ese misticismo que te hace bajar la voz sin saber muy bien por qué. Aquí estuvo “el castillo del Califa”, controlando medio territorio, y hoy solo quedan restos… suficientes para que el grupo empiece a preguntar, imaginar y soltar teorías. Buen arranque: aire fresco y una historia muy interesante.

La primera excusa para sentarnos
Bajamos al pueblo y, como mandan los cánones, caímos en Maraca Tapas y Copas. Terraza cómoda, ambiente de los que te hacen sentir del barrio desde el minuto uno, camarero cercano y tapas que llegan sin racanear. Pedimos varias cosas para compartir y, claro, nos quedamos más rato del previsto. Aquí el plan dejó de ser “salida” y empezó oficialmente a ser “finde”.

El paseo del castillo
Con el aperitivo ya bien asentado, caminamos hasta el Castillo de Villaviciosa de Odón. Sin prisas, sin guía y sin horarios: rodearlo, asomarse al patio, comentar lo enorme que es sin esperarlo. Construido en el siglo XV, rediseñado por Juan de Herrera… y ahí sigue, tan tranquilo, conservado y lleno de historias.

La mesa larga
La comida fue en La Qaverna y fue justo lo que pedía el cuerpo. Mesas altas, música de fondo, raciones al centro y cero formalidades. Aquí nadie pide plato individual: se pide “para todos”. Se habla alto, se ríe más y la sobremesa se alarga sin pedir perdón.Plan amigos en estado puro.

Caminar para hacer hueco
Después de comer tocaba moverse, que el arroz no se baja solo. El Camino de Sacedón es perfecto para eso: llano, abierto, entre cultivos, con el Bosque de Monreal acompañando hasta el río. No es una ruta exigente, es un paseo largo para seguir charlando… o para callarse un rato si el cuerpo lo pide. A estas alturas, el grupo ya iba totalmente sincronizado.

Cuando el día pide sentarse bien
Por la noche nos arreglamos un poco y fuimos a el restaurante Qarnal. Cocina hecha con cariño, platos bien pensados y ese equilibrio entre lo tradicional y lo moderno que apetece cuando quieres algo especial sin ponerte intenso. Se notan las horas y el oficio detrás. Fue una cena de asentir con la cabeza y decir: “¡que bueno está esto!”.

La noche jóven
La noche siguió sin plan cerrado, como tiene que ser. Primero Sport Bar: partido de fondo, raciones generosas y charla tranquila. Luego para terminar la noche Bar Garabato, cañas bien tiradas, terraza cómoda y ambiente de verdad. Nada de postureo ni historias raras. Justo lo que tocaba.

DÍA 2
El arranque de la villa
El segundo día empezó sin prisas en búsqueda de desayuno. Algunos tiraron a lo clásico y cayeron en Alambique; estuvieron bien atendidos y con platos que ya tienen historia en el pueblo.

Otros prefirieron Clover 35, un toque menos tradicional, sabores cuidados y desayunos para sentarse a gusto. Dos sitios distintos, mismo espíritu: arrancar bien el día.

El museo al aire libre
Salimos a caminar por el pueblo siguiendo las esculturas que aparecen en plazas y parques. No fue una ruta cerrada, se trató más bien de ir dejándose sorprender: bustos, figuras, fuentes, arte integrado en la calle. Villaviciosa tiene mucho de eso que solo ves si eres observador y detallista. Un paseo curioso y ligero para comentar lo que fuimos viendo.

El final de la villa
Cerramos el finde en El Real de Villa. Menú muy bien armado, arroz espectacular y postres que llegan cuando ya no puedes más… pero pruebas igual. Buen servicio, platos cuidados y esa sensación clara de final feliz.
